El mejor segundo disco no es aquel que contiene un clásico. ¿Cuántos artistas han sido capaces de crear uno y caer en el olvido? No, el mejor segundo disco es el que incluye 10 singles en potencia. Aquel en el que da lo mismo elegir un tema u otro para que suene en la radio, porque todos son igual de sobresalientes. Y, sobre todo, el mejor segundo disco es aquel capaz de dejar en pañales al primero. Diego Martín, Disco de Oro con ‘Vivir no es sólo respirar’ y autor del gran éxito ‘Déjame verte’ (a dúo con Raquel del Rosario, de El Sueño del Morfeo) publica su esperado trabajo de confirmación, ‘Puntos suspensivos’, escrito y compuesto íntegramente por él. Un manifiesto musical de amor y desamor con letras basadas sobre auténtica poesía, gestadas tras una experiencia personal capaz de marcar la personalidad de cualquiera. “Los puntos suspensivos, los etcéteras, son todas esas cosas que no he sido capaz de decir a viva voz, cosas que das por supuestas pero que, precisamente por supuestas, se convierten en un arma de doble filo porque pueden no entenderse convenientemente. Yo lo digo a mi manera, pero abogo porque la gente hable, diga las cosas, no se calle ni una”.
Escribir al amor y al desamor parece fácil, pero no lo es cuando se hace utilizando un lenguaje particular, distinto, único. “Yo no digo ‘te quiero’ fácilmente en una canción”, dice Diego. “Hablar de una guerra es sencillo, se trata de contar lo que la gente quiere escuchar. De todos modos, que publique canciones de amor no significa que sólo escriba sobre ello”. No dice las cosas como la mayoría, no hay una sóla frase hecha en todos sus ‘Puntos suspensivos’. No ha sentido la presión del enorme éxito de su primer disco (“lo que hago es música, no se trata de salvar vidas ni golpeo corazones, aunque se intente de manera figurada”, dice), pero sí sintió, mucho, la ruptura de una importante relación, una chica con la que conoció el amor . “Sí, ha sido la base de todas las canciones que he escrito. El mundo giró entorno a ella, y el golpe se ha transformado en este disco”, cuenta. Salvo un par de historias ajenas, todas sus letras son autobiográficas. Con un sonido espectacular, que ha reflejado a la perfección el giro a las guitarras sin dejar su alma flamenca a un lado (creado en el estudio del productor Xavi Pérez en Barcelona), Diego Martín es el auténtico artista nacido de la nada y aupado a lo más alto sin más ayuda que sus propias manos.
Nacido en Murcia hace 28 años, Diego se mudó con sus padres a Melilla al año de vida. Su padre, “más que amo de casa, es amo del mundo”, dice, y su madre, limpiadora, han registrado en dvd todas y cada una de las actuaciones de su hijo en estos últimos meses. Con tres hermanos (dos de ellos mellizos), el único antecedente artístico del joven Diego es un abuelo gaditano aficionado a la chirigota y un padre que, “si se arranca por Los Chichos, se le da bastante bien”, cuenta. Un día, en el colegio, Diego observó a un joven tocar la guitarra. “Más que su sonido, me gustó ver lo que él sentía mientras tocaba”, recuerda. La curiosidad llamó a su cabeza (y su corazón), se compró una guitarra para investigar, y de ahí hasta hoy no han pasado muchos años. “He tenido mucha suerte, sí. He nacido con una estrella”. Grabó una maqueta casi obligado, un día se atrevió pese a su timidez a dársela a Javier Tomás, prestigioso manager que, cuando la escuchó, se lo dijo bien claro: “De aquí a dos años estarás bien posicionado”. Y no se equivocó.
Así, dejó la retahíla de trabajos que iba enlazando, y en los que duraba bastante tiempo: fontanero, gasolinero, camarero, mensajero… “Si un día perdiera la voz, volvería a la gasolinera. Conocía a gente todos los días, buena gente, y me querían tanto como ahora muchos de mis seguidores en la música. ¡Y tenía un horario muy bueno!” Gracias a Dios, Diego tiene una voz inmejorable, y el autoservicio en las gasolineras está en auge.
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